Responder a las infinitas dudas de niños y niñas sobre la muerte es complicado. Pero los expertos aconsejan no eludirlas, dar explicaciones sencillas y, sobre todo, no mentir. Los cuentos ayudan a hijos e hijas tanto como a padres y madres.
Los niños no tienen que haber vivido una pérdida muy cercana para empezar a interrogarse sobre la muerte. Los expertos aseguran que hablar con ellos del tema no solo es el mejor camino para prepararles ante una situación de duelo, sino también para calmar con complicidad sus primeras inquietudes al respecto. Algunas herramientas, como los cuentos, pueden ser de gran ayuda. Pero las primeras preguntas necesitan, sobre todo, explicaciones sencillas, breves y muy sinceras.
Las respuestas dependen de la edad y de la madurez de cada niño. Aunque existe una premisa común: no engañarles nunca. Antes de los siete años no comprenden que la muerte afecta a todos los seres vivos y tienden a pensar que sus padres son inmortales.
Al entrar en la segunda infancia (a partir de los siete años) van viendo que los demás pueden fallecer. De forma paralela van asimilando que siempre hay una causa: un accidente o una enfermedad. En esos momentos, ayudarles a entender con argumentos sencillos el significado de los conceptos de universalidad (todos los seres vivos terminamos por morir) y causalidad (siempre hay una causa responsable última de la muerte) es muy importante.
Hay que evitar en edades tempranas expresiones como “se ha dormido para siempre”, “se ha ido de viaje” o “ha desaparecido”; porque los niños tienden a quedarse con una expresión literal de lo que le decimos, y pueden empeñarse en ir a despertarlos o ir a buscarlos.
Coincidiendo con la entrada en la primaria (seis años) empiezan a comprender que la muerte es irreversible o que el cuerpo deja de funcionar, pero los expertos apuntan que no será hasta los 11 o 12 cuando sean conscientes de que ellos mismos o los que los rodean se pueden morir. Es entonces cuando vuelven a plantear interrogantes sobre enfermedades, cementerios o rituales.
Hay preguntas, como si hay vida después de la muerte, para las que a veces ni los padres tienen contestación. En ese caso, los especialistas aconsejan que los adultos admitan que no conocen la respuesta y expliquen cuáles son sus creencias, si es que las tienen.
La psicopedagoga Concepció Poch dice: “los niños son investigadores naturales y preguntan a los adultos para tantear si pueden hablar con ellos de temas delicados, más que para obtener una respuesta concreta”. Si no la consiguen de los padres, las buscarán en otra parte. Por eso, apunta Poch, “los padres deberían leerles de vez en cuando un cuento donde aparezca la muerte de un abuelo, una mascota o, simplemente, la caída de las hojas en otoño”.
Cuentos que ayudan a hijos y padres
Los siguientes títulos están disponibles en nuestra biblioteca para tratar con nuestros hijos e hijas sobre este tema:
Wolf Erlbruck
Editorial Bárbara Fiore
(Para alumnado de Primer Ciclo)
El pato se ha dado cuenta de que la muerte le sigue, pero en realidad está a su lado desde el día en que nació, "por si acaso".
Para siempre
Alan Durant
Editorial TIMUN MAS
(Para alumnado de Primer Ciclo)
Y en sus corazones, en su memoria y en su sonrisa, Zorro seguía allí... para siempre.
Aitana Carrasco
Editorial Fondo de Cultura Económica
(Para alumnado de Primer Ciclo)
A Bruno le han dicho que su abuelo ha muerto porque le ha llegado la hora y no está dispuesto que vuelva a suceder: ¡Todos los relojes a la pecera!
María Àngels Gil Vila
Ediciones Bellaterra
(Para alumnado del Segundo y Tercer Ciclo)
El jardín de mi abuelo es un medio para introducir a los niños en la comprensión del ciclo vital.
Todo en la naturaleza nace, se desarrolla y, en algún momento, desaparece, y los humanos no somos una excepción.
Nos guste o no, la muerte es un hecho más, el último, de la existencia.
Ésas son las reglas del juego... y de la vida.
Todo en la naturaleza nace, se desarrolla y, en algún momento, desaparece, y los humanos no somos una excepción.
Nos guste o no, la muerte es un hecho más, el último, de la existencia.
Ésas son las reglas del juego... y de la vida.
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